domingo, 15 de febrero de 2009
Del "unto indio" y otros remedios
Otra jugosa (y nunca mejor dicho) anécdota de las andanzas de nuestros antepasados en la Conquista del Nuevo Mundo es la del llamado "unto indio". En las abundantes escaramuzas que los soldados españoles libraban con los indígenas americanos, las frecuentes heridas sufridas en el fragor de la batalla solían cauterizarse con pólvora, cuando disponían de munición abundante, o con un hierro al rojo vivo, pero también se podía hacer con grasa animal. Cuando ésta escaseaba, se echaba a la hoguera el cadáver de algún indio muerto en combate y la grasa hirviendo que exudaba su cuerpo se vertía en las heridas. Es preciso recordar que los sanitarios que acompañaban a las expediciones bélicas eran ante todo hombres de armas que también tenían conocimientos como barberos, sacamuelas y cirujanos, pero no poseían demasiados conocimientos médicos. Se conoce el caso del alemán Philip von Hutten, conquistador de Venezuela, que recibió un profundo lanzazo a través de un hueco de su coraza. A Diego Montes, sanitario de la expedición, se le ocurrió la idea de montar a un indio en el caballo del alemán, colocarle su coraza y clavarle la lanza en el mismo punto del cuerpo y con la misma trayectoria. Después, le abrió y comprobó que el lanzazo no había dañado órganos vitales. Así supo cómo curar al teutón.
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1 comentario:
Que majo el doctor Montes, oye. Sí señor, usando la praxis para asegurarse de no causar destrozos innecesarios.
Dicho sea de paso, los romanos también tenían la manía de practicar la cirugía en un esclavo antes de hacerlo con un cliente adinerado y/o poderoso, una decisión que sería recibida sin duda con bravos y hurras por parte de los sujetos pacientes del experimento, felices por el avance de la ciencia al que colaboraban
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