jueves, 30 de octubre de 2008

Abanícame



Dicen románticos relatos antiguos que el abanico surgió de los amores de Cupido que, al tratar de congraciarse y enamorar a Psique, arrancó una pluma de la espalda de Zéfiro con el propósito de refrescar a la diosa mientras dormía.
Entrañable historia para tratar de buscar los orígenes a un complemento que ha viajado con soltura a lo largo de épocas y continentes. Conocemos los grandes abanicos egipcios con cuyos grandes magos se arieaban las plumas para buscar una doble función: dar aire y espantar los insectos.
El abanico fue también conocido por incas y aztecas, ya que en los presentes de Moctezuma a Hernán Cortés figuraban seis abanicos de plumas. En la civilización China es difícil remontarse hasta el año en que comenzó a utilizarse, pero hay quien afirma que podría ser en el 2.700 a.C. Fue precisamente desd China que llegó el primer abanico a España, que rápidamente lo hizo suyo y lo popularizó sobre todo durante los siglos XVII y XVIII.
Sin duda Valencia fue (y es) la gran capital del abanico y en ella (Museo Nacional de cerámica y artes suntuarias González Martí) precisamente se celebra una interesante exposición: El abanico español, la colección del marqués de Colomina.
La muestra presenta abanicos del siglo XVIII, del Palacio Real de madrid, orientales, alfonsinos o isabalines. Ciertamente interesante.

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