
Sus primeros años de reinado fueron realmente operativos y expandió las fronteras de su país hasta Siberia, además de impulsar numerosas reformas. Sin embargo, la locura le llevó a pensar que todo su entorno trataba de asesinarle y se fue convirtiendo en un personaje brutal. Alardeaba ante las cortes europeas de haber violado a mil vírgenes y de cometer las torturas más horrendas. Su enajenación le llevó incluso a matar a su propio hijo, clavándole un bastón en la cabeza
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