martes, 7 de abril de 2009


"Vasos y ánforas, estatuas y estelas, yacen esparcidos en fragmentos por los suelos, confundidos con los jirones de amarillas telas que fueron sudarios de las momias. Y aún más choca y repugna ver los restos humanos esparcidos por la arena, los destrozados cráneos cuya órbita conserva el apagado ojo del difunto, las mandíbulas que todavía guardan en su cavidad la lengua: asquerosos residuos de la vida, sirviendo ahora de pasto a las hienas y de festín a los chacales del desierto”.
Esta es la visión de las excavaciones de la tumba de Sennedjem que dejó Eduardo Toda, uno de los primeros arqueólogos españoles en tierras egipcias. Toda fue nombrado cónsul general de España para Egipto en 1884 y llegó a El Cairo entabló rápidamente amistad con Masperó, director del Servicio de Antigüedades de Egipto. Con él viajó y participó en numerosas expediciones, en una de las cuales se le permitió comenzar los trabajos de la tumba de Sennedjem.
En aquella cámara encontraron a Sennedjem con su esposa jugando al senet, junto a
otros temas funerarios convencionales: la momia depositada en una cama funeraria
flanqueada por Isis y Neftys o por Anubis, la adoración del matrimonio ante diversas
divinidades, la realización de los trabajos agrícolas en los campos de la divinidad.
Además, la cámara albergaba los cadáveres de la familia. Los descubridores
contabilizaron nueve de ellos enterrados en sus sarcófagos, mientras que otros once
yacían directamente sobre la arena. En el suelo apareció todo el ajuar funerario: cajas de
canopos, ushebtis y cajas de ushebtis, recipientes de barro, muebles, estatuas, cestas de
mimbre y ofrendas.
Ahora, España rinde homenaje a aquel egiptólogo y a su legado, con una exposición en El Museo Egipcio de El Cairo que recuerda los 120 años de arqueología española en aquellas tierras.

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